miércoles, 25 de marzo de 2009

La envidia...

La envidia es sentir tristeza o pesar por el bien ajeno. De acuerdo a esta definición lo que no le agrada al envidioso no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener sino la felicidad en ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.

La envidia se puede encuadrar dentro de la emulación o deseo de poseer algo que otro posee. Siendo en este caso que lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual. Por lo tanto en esta segunda acepción la base de la envidia sería el sentimiento de desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo. Esto puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de que el objeto en disputa sea el único disponible.
Cualquiera sea el caso, la envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura.

Muchas veces sentimos envidia de alguien porque admiramos sus cualidades, capacidades, su suerte o lo bien que sabe desenvolverse en la vida. Vemos a a esa persona y deseamos ser iguales en algún aspecto, tomándolo como nuestro estímulo o modelo a seguir para ir superándonos. Es un motor para motivarnos y luchar por conseguir nuestros objetivos.

Sin embargo, existen otros casos con otras personas, en que el bien ajeno nos produce un profundo malestar difícil de controlar. Este tipo de envidia puede llegar a ser muy destructiva, cargada de rencores y hostilidades hacia personas que no nos han hecho nada. Esto hace que no demos importancia a todo lo que tenemos y que hasta ese instante nos llenaba.

La envidia empieza a surgir en los primeros años de vida, cuando el niño empieza a relacionarse con el grupo familiar y social , si el niño se siente amenazado en su terreno y en lo que mas quiere tiene un sentimiento de vacío, deseara a toda costa conseguir todo lo que no posee o cree que no puede poseer, esto se manifiesta con pataletas, rabietas, es necesario calmar esos disgustos con explicaciones lógicas y enseñándole a dar, para que con ello vaya aprendiendo a tolerar sus frustraciones y controlar las conductas impulsivas, así pues de esta forma aprenderá a respetar las diferencias y valorar sus propias cualidades, es decir en definitiva empezará a madurar.

Si al niño que ha pasado por episodios de envidia constante, nadie de su entorno le ha calmando esta ansiedad, crecerá con sentimientos de frustración y de vacío y será un adulto envidioso contaminado por el rencor a los éxitos ajenos, incluso de su propia pareja y amistades, llegando su vida a ser un verdadero tormento.

Existen dos tipos de envidia: la envidia sana, que es el deseo doloroso que experimentamos al ver que alguien posee algo que queremos, pero con admiración y respeto, anhelando ese bien para nosotros, pero sin desear mal alguno. Y la envidia descontrolada y dañina, que nos lleva a actuar de mala fe. Impulsa a mucho a destruir con difamaciones y chismes sin fundamento la buena fama de quien nos recuerda aquello de lo que carecemos o a menospreciar lo que tiene.

En ocasiones, ver a otras personas felices nos convierte en infelices y nos lleva a percibir nuestra vida de forma negativa. Esta disposición de ánimo origina una serie de reacciones negativas, que hace que el que la sufre tienda a aislarse de los que le rodean y tenga serias dificultades en sus relaciones interpersonales. Esto hace que evitemos tener relaciones sociales, nos convierta en seres inseguros, apáticos y conformistas.

Cuando las personas sienten estos, se producen cambios en la forma de enfrentarse a la vida, adoptando actitudes defensivas en algunos casos, y en otros se coge el papel de víctima.

Si sufres las miradas y las palabras de una persona envidiosa trata de pasarlas por alto, no eres responsable de su sentimiento, intenta descubrir la envidia a tiempo, te evitarás muchísimos problemas, no desarrolles confianza con las personas envidiosas.

Si eres una persona envidiosa y quieres salir de ese estado porque te está consumiendo la vida, la única forma de conseguirlo es, primero conectar con DIOS y después:

Primero: Sintiendo el cariño y el apoyo de los seres queridos.
Segundo: Desarrollando tu sentido del humor.
Tercero: Hallando tu propia identidad.
Cuarto: Siendo consciente de qué es lo prioritario de tu vida.
Quinto: Tolerando tus defectos y valorando tus cualidades.
Sexto: Valorando las cualidades ajenas en su medida.

O si prefieres seguir con ese sentimiento de envidia, lo que conseguirás será:

Bloquear el pensamiento creativo.
Generaras ansiedad, tristeza y rencor.
Lo manifestarás a través de miradas y frases inoportunas, o frases calculadas para hacer daño.
Es un sentimiento que nunca podrás controlar sin ayuda, y sin que tu mismo aceptes que lo eres.

Es difícil descubrir al envidioso pues a veces se esconde a través de una apariencia amable, acogedora y simpática y otras se camufla en conductas de excesivo respeto, o excesiva admiración, el envidioso se "alegra de los fracasos ajenos", "sufre con los éxitos ajenos", pero desaprovecha tanta energía que no es capaz de alcanzar sus propios objetivos.

Considera que los demás consiguen las cosas con facilidad y sin esfuerzo, no es una persona generosa, si triunfa nunca se siente satisfecho, este sentimiento es muy perjudicial para quien lo siente y "muy peligroso para la persona envidiada".

Tendemos, la mayor parte del tiempo, a comparamos con los demás y a envidiar lo que ellos disfrutan, sin tener en cuenta que todos deseamos lo mismo y que hemos de medir nuestros logros de acuerdo a nuestras posibilidades y esfuerzos, tratando de luchar por conseguir lo que anhelamos sin compararnos con los demás, sobre todo, valorando lo que tenemos.

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