jueves, 19 de marzo de 2009

La Mentira...

Grande o chiquita, piadosa o no, la mentira puede llegar a ser parte de la personalidad y por lo tanto un trastorno que afecta la vida diaria.


Una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa o parcial, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total. Una cierta oración puede ser una mentira si el interlocutor piensa que es falsa o que oculta parcialmente la verdad. En función de la definición, una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, exagerar una verdad o incluso la verdad, si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente. Las ficciones, aunque falsas, no se consideran mentiras. Mentir es decir una mentira. Mentir implica un engaño intencionado, consciente, y estudios demuestran que el ser humano tarda más mintiendo que diciendo la verdad.

La mentira la pueden practicar los niños o los adultos, los hombres y las mujeres, los profesionales y los ignorantes, los padres o los hijos, los amantes o los esposos, los vendedores y los clientes, los ricos y los pobres, es decir, cualquier ser humano. Entonces la mentira se puede dar en todo ámbito: en la familia, el círculo de amigos, las relaciones de pareja, el trabajo, los estudios, la investigación científica, la política, la industria y el comercio, etc., doquiera haya gente.



Hay toda multiplicidad de formas y palabras en las que podemos concretar falsedades o engaños: hipocresías, adulonerías, doble moral, infidelidad, calumnias, embustes, chismes, exageraciones, hurtos, plagios, fraudes, estafas, propaganda y mitos.

El niño o el adulto puede decir mentiras por temor o miedo al castigo, para protegerse o salir del paso, o para evitar la descortesía, la desconsideración o incluso la vergüenza, o simplemente porque no la tiene, miente para aprovecharse o burlarse de los demás u obtener algo de ellos, sea placer psicológico o beneficio material propio, por codicia.

Entonces una simple aproximación producto de nuestra experiencia cotidiana nos indica que los seres humanos mienten paradójicamente por debilidad y poder.



  • Por debilidad miente el acomplejado y el prejuicioso a sus amigos y conocidos haciéndose pasar por lo que no es o simplemente por el placer de hacerlo; el esposo o la esposa al no tener el valor de dejar a su pareja y su familia por su amante; la persona hipócrita quien se jacta de ser justa y no reconoce sus errores; un chismoso cobarde quien no es capaz de hablar mal delante de quienes difama; el ladrón para cometer sus fechorías; el hijo para no ser reprendido; el mitómano por su compulsión y enfermedad, etc.

  • Por poder miente el mal político, el estafador, el falso mendigo, el pseudoamigo, el manipulador para obtener algún cargo, algún dinero, alguna ventaja económica o sentimental o simple reconocimiento público.

Otro factor que induce a mentir es el temor, el temor a las consecuencias o a lo que otros puedan pensar si se dice la verdad. Es natural que uno desee caer bien a los demás y que lo acepten. Pero debido a este deseo, algunos llegan a tergiversar la verdad, aunque solo sea un poco, para encubrir deficiencias, esconder detalles que no hablan bien de uno o sencillamente para dejar una buena impresión.

La verdad produce de inmediato beneficios como una conciencia limpia, una buena reputación y buenas relaciones dentro del matrimonio, en la familia, con los amigos y hasta en los negocios.

Las mentiras no pueden resistir el paso del tiempo. Una lengua que profiere falsedades quizás engañe por un tiempo, pero a la larga todo termina sabiéndose.


Lo que no se saben las personas que mienten es que las mentiras a largo plazo pueden ser una carga muy pesada y dificil de llevar.

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